De la mano de Miguel A. Manzano, uno de mis maestros, conocí la terapia de aceptación y compromiso (ACT), una terapia psicológica de tercera generación, dentro de la teoría de los marcos relacionales. Quedé fascinada por ACT y por la interpretación que hace ACT de la mente y del comportamiento humano, fundamentalmente por considerar que no hay enfermedades mentales, sino dificultades en la manera en como nos relacionamos con nuestros pensamientos y emociones, y a través de esta fusión con nuestros pensamientos y emociones, llevamos a cabo acciones que nos distancian a largo plazo de nuestros valores y aquello que tiene realmente valor para nosotros como seres humanos.
La aceptación cuántica me ha dado la posibilidad de ir más allá de la teoría de la aceptación y compromiso (ACT), enriqueciéndola con la biodescodificación de las enfermedades, la EFT, la bioenergética, la respiración, la meditación, el contacto con el cuerpo, y darle un marco filosófico, el diseño humano.
A partir de la aceptación cuántica, he llegado a interiorizar profundamente que cada persona tiene su ritmo, que cada terapia, para ser adecuada, ha de ser totalmente individualizada, ya que cada ser humano es único, a validar y respetar las estrategias que haya utilizado la persona para deshacerse del malestar que mente y emociones le pueden generar y a sentir mi cuerpo en cada proceso, dejando la mente al lado, dejándome sentir cada despertar, cada insight, siendo consciente, y estando «presente» tanto en los espacios terapéuticos, como en la vida misma, que como dice Míguel, es la gran terapia.
¿Qué es la terapia para mí? Acompañar, sin guiar, respetando, siendo un espejo en el que se refleja ese ser humano que tenemos delante.
Un viaje que tiene que ver con el despertar de la consciencia, con «morir» de algún modo, con «soltar», con «perder» y con «VER», aceptando que no siempre lo adecuado para mí, es lo que me gustaría.